Después de unos días descubriendo la ciudad de Delhi, nos ponemos en marcha para recorrer la zona del Rajastán. Este estado, al noroeste de la India, es conocido por sus impresionantes palacios, impenetrables fuertes y el gran desierto del Tar.

Para recorrer toda esta parte de la India existen varias formas de hacerlo: o bien con su sistema de trenes y autobuses, alquilando un coche o con un tour privado. Nuestra idea inicial era hacerlo con varios trenes que fueran uniendo las ciudades principales, pero no sabíamos que en el mes de noviembre tiene lugar la festividad del Diwali, una festividad hindú que celebra la victoria de la luz sobre la oscuridad y en la que todos los indios aprovechan para regresar a sus hogares y disfrutar de unos días en familia. Es por ello por lo que, algunos trenes que unen las ciudades más importantes como Jaisalmer, Agra o Varanasi ¡están agotados a dos semanas vista!!

Por ello, no nos queda más remedio que decantarnos por la opción de alquiler de coche, a pesar de que sea una locura conducir por aquí, porque un tour cerrado no nos convence. Cuando vamos a alquilar el coche, la misma página nos da la opción de alquilarlo con conductor ¡por solo 50€ más! Si, si, 50€ por todos los días. Sopesamos la idea y finalmente, por comodidad y por nuestra salud mental, decidimos hacerlo con conductor privado.

Por lo que, el día 5 por la mañana, Pancash nos recoge en nuestro hotel y nos ponemos en marcha para conocer toda esta zona de la India de la que tenemos unas ganas locas.

Tras 5 largas horas de conducción en las que nos juntamos con millones de vacas cruzando la carretera y grandes camellos tirando de carros, llegamos a nuestra primera parada: la ciudad de Mandawa.

Mandawa fue una importante ciudad en el pasado, cuando la Ruta de la Seda la atravesaba, y así lo demuestran los restos de sus casas: las havelis.

Estas mansiones pertenecían a la gente adinerada de la época, comerciantes de la Ruta, que vivían aquí con sus familias. Todas ellas están hechas de piedra con detalles en madera labrada preciosos. Además, las fachadas y el interior de las casas están enteros pintados con motivos religiosos hindues o acontecimientos importantes de la época.

Hoy en día se conservan algunas de ellas en buen estado, después de un gran esfuerzo de restauración, y se utilizan como hoteles o bonitos restaurantes. Como, por ejemplo, donde nos quedamos hoy a dormir, que es esta bonita haveli llamada Radhika.

Otros han pasado de generación en generación y sirven de hogar a los descendientes de aquellas familias. Algunos están abiertos para que quien quiera pueda entrar a verlos, en algunas ocasiones pagando la humilde entrada de 1€.

Dedicamos la tarde a callejear por la ciudad, saludar a sus gentes quienes siempre están dispuestos a pedirnos una foto o a preguntarnos de donde somos y aconsejarnos mil y un sitios para visitar en su país. La verdad que veníamos muy en preaviso del cuidado que hay que tener aquí y aunque, efectivamente, nos la han intentado colar ya mil veces, son muchas más las personas amables que hemos conocido, que de forma desinteresada nos dan su número de teléfono para cualquier cosa que necesitemos y nos invitan a sus casas y sus ciudades.

A la mañana siguiente quedamos con Pancash a las 8 para ponernos en camino hacia Bikaner, ciudad que está a unas 3 horas y pico de viaje.

Antes de llegar a Bikaner hacemos una parada en un templo muy peculiar: el templo de Karni Mata. Y es que este templo es peculiar porque en él viven más de 30 mil ratas debido a que las consideran sagradas por ser reencarnaciones de los seguidores de la deidad Karni Mata.

Aunque habíamos leído sobre este templo y veníamos en preaviso de lo que nos podíamos encontrar… la realidad siempre supera a la ficción. Nada más llegar, en las afueras del templo, la suciedad y el olor empiezan ya a ser importantes.

Al ser un templo es obligatorio entrar descalzos por lo que, muy a nuestro pesar, nos quitamos las zapatillas y cuando las vamos a dejar al casillero, nos encontramos de cerca a la primera rata que está felizmente aposentada donde tenemos que dejar nuestras zapatillas.

Hacemos de tripas, corazón, las dejamos ahí y nos vamos para el interior. Cuando entramos en el patio interior, la cantidad de ratas que vemos ya es enorme. Más de 300 ratas corretean por todos los lados, se acercan a comer y beber a los sitios donde las han dejado comida y hasta algún niño se acerca a tocarlas. 

El suelo aquí ya está pegajoso y huele horrible. Las ratas corren por todos los lados y nos pasan tan cerca que a Scheherezade hasta se le escapa algún grito. Pero pasa a ser ya demasiado cuando vamos a entrar al pequeño templo interior. Al cruzar el marco de la puerta, donde vamos a poner los pies, corren ratas por todos los lados que casi las pisamos. Miramos arriba y, a medio metro de nuestra cabeza, por el borde del marco, pasan de un lado a otro también estos animales.

Sintiéndolo mucho, nos damos la vuelta y nos volvemos por donde hemos venido. Entre el olor, el tenerlas tan cerca, e incluso pensar que en cualquier momento se te puede caer una encima… no hay necesidad de sufrir por gusto.

Pero lo que más nos choca de toda esta experiencia es la naturalidad con la que los indios, completamente descalzos, pasan entre ellas, les dan de comer y no tienen ningún tipo de reparo. Y no es que estas ratas, dentro de que son ratas, estén sanísimas… ¡para nada! La mayoría de ellas están demacradas, con las colas roídas, el pelo a roncherones como los animales cuando tienen sarna… vamos, que no hay por donde coger todo todo esto.

Con un extraño sabor de boca nos vamos hacia la ciudad de Bikaner. Pancash nos lleva a un sitio muy rico donde comemos, justo alado de nuestra siguiente visita.

El Fuerte de Junagarh es uno de los más famosos de Rajastan. Fue construido en el año 1588 por parte de un general del ejército mogol del emperador Akbar.

Este fuerte, construido con ladrillo rojo y arenisca, alberga en su interior numerosas estancias, templos y salas, así como una enorme colección de armaduras y armamento. Por tener, tiene hasta una avioneta de hélices que le fue donada por parte de Reino Unido.

Pero lo que lo convierte en famoso es que es uno de los pocos fuertes de Rajastan que nunca ha sido tomado ni saqueado por el enemigo, por lo que su interior se mantiene prácticamente intacto como el primer día.

Tras esta visita, vamos a hacer el check in en el hotel en el que pasaremos esta noche y que se encuentra en la parte profunda de Bikaner (que raro que lo haya cogido Scheherezade) y aprovechando que estamos bastante céntricos, salimos a dar un paseo por sus calles.

Como siempre, encontramos numerosas tiendas que venden de todo, muchas vacas, motos pitando por todos los lados y, en este caso, a un curioso señor, con quien nos quedamos a charlar y que tiene un bigote de 2 metros de largo. Nos cuenta que lleva 10 años dejándoselo crecer y nos enseña fotos desde el comienzo hasta lo que ha logrado ahora. La verdad es que la gente que nos vamos juntando en la India son muy amables y tienen siempre muchas ganas de hablar con el extranjero.

Hoy nos ponemos rumbo a Jaisalmer, una ciudad que nos apetece mucho en nuestro viaje por Rajastan. Es también conocida como la “Ciudad Dorada” ya que toda ella está construida con arenisca procedente del desierto, lo que le da ese color oro.

Jaisalmer, ubicada al noroeste de la India, fue un enclave estratégico en el pasado. Al encontrarse en la puerta de entrada del desierto de Thar y muy cerca de la frontera con Pakistán, en la antigüedad era una ciudad muy transitada por los comerciantes procedentes de Arabia y Egipto.

Muestra de ello son las numerosas casas palacio o havelis que se alzan en la ciudad con auténticas obras de arte talladas en piedra en sus fachadas.

Además, en lo alto de la ciudad, se encuentra el Fuerte de Jaisalmer, hogar de maharajás desde su construcción, en el año 1156 hasta el 1971. La peculiaridad de este fuerte es que hoy en día sigue estando habitado por los hijos de los hijos de aquellas familias que trabajaban en él, lo que le convierte en el fuerte habitado más grande del mundo.

La primera tarde en la ciudad la dedicamos a perdernos por sus calles, visitar alguna de las havelis, entrar en tiendas de telas bordadas y pasear por su mercado. Aunque al fuerte le vamos a dedicar toda la mañana de mañana, no podemos resistirnos a acercarnos y dar un primer paseo entre sus estrechas calles antes de irnos a dormir.

Nos sorprende una llamada del dueño de la agencia con la que hemos alquilado el coche, diciéndonos que su padre que vive en Jaisalmer nos invita a cenar a su casa. Ha debido de avisar también a Pancash y en no muy buenas formas porque, cuando aparece sobre las 9 de la noche a recogernos, la cara de cabreo le llega hasta el suelo y ni nos dirige la palabra. Pero bueno, no le damos mayor importancia, ya se le pasará el cabreo y si no… dos problemas tiene.

Cenamos con Mahendra en su casa una cena india que la verdad es que está súper rica, pero, como todo lo indio, también algo picante. La sociedad india es una sociedad machista, donde, entre otras cosas, los hombres son los que se sientan a la mesa y las mujeres se encargan de servir la comida, siendo ellas las últimas en servirse ya que, en caso de que faltara comida, serían las que se quedarían sin cenar. Nosotros cenamos únicamente con el padre, su mujer y la mujer de su hijo se quedan fuera de la sala con los niños pequeños esperando a que terminemos. A pesar de ello, agradecemos el ofrecimiento y la amabilidad que muestra tanto el cómo toda su familia.

Nos levantamos pronto y aprovechamos que la ciudad aún duerme para adentrarnos en el Fuerte de Jaisalmer. En su interior se conserva además lo que antiguamente era la residencia de los maharajás en el fuerte. Enormes patios, salas de estar, numerosas habitaciones y grandes salones, todo ello en piedra labrada, nos ayudan a hacernos una idea de lo que tuvo que ser esta ciudad en siglos pasados.

Salimos maravillados de nuestra visita y aprovechamos que las calles empiezan a llenarse de gente y vendedores para pasear por dentro del fuerte e intentar llegar a cada uno de sus rincones. Descubrimos un restaurante con unas vistas super chulas al fuerte asique, sin pensárnoslo dos veces, aprovechamos para comer aquí antes de la excursión de esta tarde.

Pancash, quien sigue sin hablarnos mucho, nos recoge en la ciudad y nos acerca hasta un campamento con varias jaimas. La primera impresión es un poco chof la verdad, porque aunque llevamos un buen rato de coche para llegar hasta aquí, no nos vemos rodeados de dunas increíbles (como las que vimos en Namibia). Pero la verdad es que con el paso de los minutos y aceptando el hecho de que puede que por eso Namibia sea tan especial, vamos cogiendo la parte positiva del sitio y de las jaimas. 

Después de instalarnos y ver que nuestra jaima tiene más lujos que el 80% de las habitaciones que hemos cogido en la India, nos avisan de que toca dar una vueltecita en camello. La verdad es que no somos muy partidarios de estas cosas, pero es cierto que Carlos nunca se ha subido a un camello, y que la oportunidad está ahí… así que no la dejamos pasar. Después de 30 minutos, nos podemos hacer una idea de porque los camellos eran y son tan importantes en esta parte del mundo, y es que son muy muy fuertes, capaces de andar hasta 40 km con enormes cargas y estar hasta 5 días sin beber ni una gota de agua (una pasada). 

A la vuelta nos avisan de que la cena esta lista. Además, durante la cena, nos amenizan, a nosotros y a una familia india con la que coincidimos, con música tradicional del desierto antes de irnos a dormir a nuestra jaima.

De vuelta a Jaisalmer la mañana siguiente hacemos una serie de paradas por el camino. La primera es en Kuldhara. Este pueblo, establecido en el s.XIII, estuvo habitado hasta principios del s.XIX. Sin embargo, una noche, sus casi dos mil habitantes, recogieron todas sus pertenencias y dejaron sus hogares, dejando el pueblo abandonado.

Hoy en día se sigue teorizando acerca de cuáles pudieron ser los motivos que los llevaron a hacerlo. Dicen que una fuerte sequía, o que el maharajá empezó a acosar con altos pagos a sus habitantes, o incluso hablan de un matrimonio obligado entre una niña del pueblo y un adulto de una casta no brahmán… Sea lo que fuere, hoy en día solo quedan las ruinas de lo que un día fue un hogar. Por su lado, el gobierno indio está llevando a cabo labores de mantenimiento y reconstrucción para recuperar toda la aldea.

A continuación, vamos al templo jainista de Amar Sagar. Este templo, construido en el s.XIII, es impresionante por el detalle de labrado de toda su piedra. No podemos dejar de sacar fotos en cada una de las esquinas, ventanas y recovecos que tiene.

Durante la visita, un chaval se nos acerca y nos acompaña ya el resto del tiempo. Nos pregunta de dónde somos, cómo nos llamamos, nuestra edad… y nos enseña fotos de su don, el dibujo. Además, nos pide si le podemos enseñar nuestros tatuajes y se queda alucinado con ellos jejejej

Para acabar la ruta mañanera visitamos Bada Bagh. Este es un sitio histórico donde se alzan más de 100 cenotafios en recuerdo y memoria de los maharajás de Jaisalmer y sus familias. 

Los hay de diferentes tamaños y formas, según sean de construcción india o musulmana, o si pertenecen a importantes maharajás (grandes) o a sus mujeres (pequeños).

A los pies de este “jardín” se encuentran los restos de lo que fue un pantano que ordenó construir un maharajá para convertir así la zona en un pequeño oasis.

De vuelta a Jaisalmer le pedimos a Pancash (empieza a hablarnos algo más) que nos pare en el lago Gadisar para dar un paseo por aquí y comer a orillas de su lago.

Cuando llegamos de vuelta al hotel en el que habíamos estado la anterior noche en Jaisalmer y con quienes habíamos reservado de nuevo la misma habitación para hoy, nos llevamos una nueva sorpresa. Han dado nuestra habitación a otros clientes que han venido primero y nos quieren meter ahora en la planta baja alado de la entrada.

Cabe decir aquí que los indios, por lo que hemos visto hasta ahora, son gente muy ruidosa. En los hoteles, cuando van en familia y cogen varias habitaciones, son dados a salir al pasillo a comerse la cena sentados en el suelo todos juntos, o a llamarse a gritos desde las escaleras cuando están esperándose unos a otros… muy entretenido.

Por lo que, viendo como puede ser el panorama por la noche, les decimos que no queremos esa habitación y nos vamos a buscar otra. Tenemos mucha suerte porque muy cerca encontramos otro hotelito muy cuco y con muy buena pinta, en el que entramos a preguntar.

Nos dicen que tienen una habitación libre y, tras discutir un poquillo con el dueño porque nos quería cobrar un poco de más, nos da una pasada de habitación que está completamente nueva a estrenar. Sin duda, es el mejor hotel en el que nos hemos quedado y nos vamos a quedar de toda esta parte de la India. ¡Y estas son las vistas desde su azotea!

A las 7 y media de la mañana hemos quedado con Pancash para ponernos camino a Jodhpur. Son unas 5 horas de coche, asique preferimos salir algo más pronto, aunque a Pancash no le hace mucha gracia, para así llegar y tener tiempo de conocer la ciudad.

En el camino hacemos una pequeña parada para estirar las piernas y aprovechamos para visitar un templo cercano que resulta que data del s.VIII. Sin embargo, la festividad de Diwali, de gran importancia en la India, empieza a estar próxima ya y eso se deja ver en que el templo se encuentra completamente preparado para ser visitado, pero, todas esas vallas, le quitan el encanto que a los viajeros nos gusta.

No pasa nada, no hay mal que por bien no venga. Hacemos una visita cortita y enseguida nos ponemos de nuevo en marcha para llegar a Jodhpur. Y digo que no hay mal que por bien no venga porque, cuando entramos por la “Ciudad Azul” y vemos en lo alto de su colina el enorme Fuerte de Mehrangarh nos quedamos alucinados.

El Fuerte de Mehrangarh fue construido entorno al 1460 cuando se fundó la ciudad de Jodhpur. Éste complejo se alza más de 100 metros sobre la ciudad y tiene, además, una muralla que rodea toda la montaña a su alrededor.

A diferencia del de Jaisalmer, este no se encuentra habitado hoy en día, pero si es posible visitarlo, pagando unos 7€ con audioguía incluida.

Nos adentramos en sus murallas, las cuales miden hasta 36 metros de altura y tienen hoy en día cicatrices de todas las batallas, asedios y embestidas que han sufrido. Sin embargo, puede presumir de que nunca jamás en su historia desde que se construyó ha sido tomado.

Cerca del fuerte se encuentra Jaswant Thada, cenotafio construido en el 1899 en honor al maharajá Jaswant Singh II por parte de su hijo. Este cenotafio está completamente construido en mármol blanco, con las columnas y paredes talladas, cúpulas y esculturas de mármol.

Ya por la tarde, llegamos hasta nuestro hotel, el Namaste Café. Está ubicado en pleno centro de Jodhpur, asique como viene siendo costumbre, soltamos nuestras mochilas y nos vamos a conocer la ciudad.

Jodhpur es conocida como la “Ciudad Azul” porque las paredes de sus casas y edificios están pintadas de este color. Por lo que nos cuentan, se cree que el color azul tiene propiedades repelentes de insectos  además refleja la luz solar, lo que ayuda a mantener más fresquitas las casas.

Hoy el ambiente festivo se nota ya por las calles. Están llenas de familias haciendo compras de regalos, flores y cuenquitos preparándose para Diwali. Tanto es así que incluso una de las principales calles de la ciudad está cortada al tráfico. Bueno, quien dice al tráfico, dice a los coches y camiones porque las motos, tuktuks y carros de caballos siguen colándose igualmente.

Andamos por el mercado de Sardar, en el que literalmente no cabe un alfiler, y que nos lleva hasta la Torre del Reloj o Ghanta Ghar, torre construida en el s.XIX y que hoy en día se ha convertido en un punto de referencia en la ciudad.

Después de una hora intensa de gente, pitidos, ruido, polvo, gritos… decidimos volvernos al hotel y aprovechar su terraza para ver atardecer sobre el fuerte. Cenamos con este pedazo de vistas y nos despedimos así de una ciudad que ha sido un gran descubrimiento.

Hoy nuestro viaje nos lleva hasta Udaipur, pero en el camino hacemos una parada en el templo de Ranakpur, para Carlos los más bonitos que hemos visto hasta ahora (spoiler: cada vez que vemos un monumento o fuerte nuevo, dice que es el más bonito que ha visto hasta ahora).

El templo de Ranakpur fue construido entre los años 1389 al 1436 por parte de un rico comerciante jainista con ayuda de algunos mecenas del monarca. Cuando éste le presentó su idea al rey Rana Kumbha, éste le donó un gran terreno donde hacerlo y le pidió que además construyera una ciudad a su alrededor. Así, tanto la ciudad como el templo recibieron en nombre de Ranakpur en honor al rey.

Pero lo realmente impresionante de este sitio es su construcción, realizada completamente en mármol tallado blanco. Por poner datos que ayuden a hacer una idea de la inmensidad de este templo y de su enorme trabajo, está compuesto por 426 columnas, 89 cúpulas y 29 salas. Es algo increíble.

Nos tiramos nuestro buen rato paseando entre sus columnas, admirando cada una de sus tallas e incluso nos intentamos sacar alguna foto juntos, aunque, silbato en boca, se acerca corriendo uno de seguridad para decirnos que las fotos a personas no están permitidas, sólo al templo. Nunca dejarán de sorprendernos las normas indias… Aun así, conseguimos esta foto en la que nuestras caras muestran ya la llegada del indio…

Llegamos a Udaipur ya entrada la tarde, pero tenemos tantas ganas de conocer la ciudad que no lo dudamos ni un momento y nos vamos a dar una vuelta por el centro.

Udaipur es conocida como la “Venecia de la India” ya que dos grandes lagos son los que marcan esta ciudad, siendo el lago Pichola el más grande de ellos y sobre el que se alzan bonitos templos y palacios. Por ello, se la etiqueta también como una ciudad romántica, donde muchas parejas eligen casarse o pasar su luna de miel.

Salimos a dar una vuelta por la ciudad y el paseo hasta llegar al lago nos lleva casi una hora (lo que deberían de ser 20 minutos) por la cantidad de gente que hay por las calles haciendo las últimas compras para Diwali, los coches de un lado a otro y todos los puestos de fruta, tacitas, polvos de colores, oro… que hay por la calle.

Cenamos en un sitio muy bonito, a orillas del lago, con todos los edificios iluminados y a la vuelta, ya de noche, vemos como la gente comienza a encender velas en las puertas de sus casas y a hacer dibujos con estos polvos de colores que hemos visto que vendían. Además, el tráfico se tranquiliza ya un poco, asique pasear por las estrechas calles de Jodhpur con todas las casitas iluminadas por la luz de sus velas es algo que disfrutamos mucho.

¡¡Feliz Diwali!! Con esa frase amanecemos el domingo según ponemos el primer pie en la calle. Hoy es el día grande y todo el mundo está de fiesta por lo que se nota un ambiente alegre y feliz en las calles. Como nos han avisado de que va a haber mucha gente en las zonas más “visitables” de la ciudad, nos ponemos rápidamente en camino al “City Palace” o Palacio de la Ciudad, que ayer por la noche lo vimos ya iluminado a la orilla del lago y no nos puede parecer más bonito.

La construcción de este palacio comenzó en el s.XVI bajo el gobierno del fundador de Udaipur. Sin embargo, cada uno de sus sucesores fueron ampliando y mejorando el palacio, resultando hoy en día en un complejo enorme con edificios de estilos totalmente diferentes combinados.

En su interior alberga numerosos patios, estancias llenas de espejos incrustados, templos e incluso un museo. Vamos, todo un signo de opulencia de la época de esplendor de los maharajás.

De aquí nos acercamos al templo hindú Jagdish que está a rebosar de gente. Cuando subimos sus empinadas escaleras, vemos que dentro todo el mundo está cantando y abanicando con unas grandes plumas de pavo real a Vishnu, dios al que está dedicado este templo.

No queremos molestar mucho asique, después de escucharlo un rato desde la entrada del templo, nos calzamos de nuevo y nos vamos a seguir andando por la ciudad.

Cruzamos el puente sobre el lago Pichola y llegamos al barrio de Ambamata, el cual se ve un poco más tranquilo y con numerosas tiendas con bolsos, vestidos y pinturas más enfocados al turista. Pero hoy lo que vamos buscando son las numerosas pinturas que hay en las puertas de las casas, llenas de colores y a cuál más bonita. 

Descubrimos un hotel, bueno, mejor dicho, hotelazo, a orillas del lago que está muy lejos de algo que podamos permitirnos durante nuestro viaje pero con un restaurante super chulo que nos apuntamos para acercarnos a la hora de la cena.

Y así, andando por las calles de la ciudad, sacando fotos a todas las pinturas que vemos y hablando con todos los indios que cuando nos ven, se acercan a pedirnos una foto, se nos pasa el día volando.

Pero es ponerse el sol y todo el mundo sale a la calle y comienzan a tirar petardos, fuegos artificiales, bengalas y cualquier cosa que suene y dé luz. Increíble. De verdad que no pasan ni 10 segundos sin escuchar un ¡pum! procedente de cualquier rincón de la ciudad.

Además, si ayer la mayoría de las casas tenían encendidas ya alguna vela en sus puertas, hoy se llenan todas de numerosos cuenquitos de arcilla (los que hemos visto vender a montones en el mercado) y los niños, junto con sus padres, juegan y se divierten en las puertas de sus casas.

Nos levantamos pronto para ponernos en camino a Pushkar y nos llama la atención lo silenciosa y quieta que está la ciudad. Ayer fue su día grande y estuvieron tirando petardos y cohetes hasta altas horas de la mañana, por lo que hoy todo el mundo duerme aún.

Hoy el viaje es largo, algo más de 300 km que en la India se traducen en casi 6 horas, sin contar la parada que tenemos en el camino: Chittorgarh.

Esta ciudad, como la mayoría de las ciudades que forman parte del Rajastán, tiene un imponente fuerte vigilando la ciudad desde lo alto de una colina. Este fuerte fue construido en el siglo VII, en su interior tiene numerosos palacios y templos y es conocido como un ejemplo de resistencia de los Rajput frente a la invasión musulmana.

Sin embargo, lo que diferencia a este fuerte de todos los anteriores que hemos visitado son dos altas torres que se alzan en su interior, la Torre de la Victoria y la Torre de la Fama. Fueron construidas entre el siglo XII y XV y se levantan hasta los 37 metros de altura.

Llegamos a Pushkar casi cuando está anocheciendo ya, por lo que nos vamos directamente al Hotel Everest, donde cenamos algo en su terraza antes de irnos a dormir. Eso sí, cena con agua y absolutamente nada de carne, ya que es una ciudad sagrada y no está autorizado ni su consumo ni su venta.

A la mañana siguiente, salimos a conocer esta ciudad sagrada y lugar de peregrinación para el hinduismo. Y es que, cada año, millones de fieles llegan hasta ella para poder bañarse en las aguas de su lago.

Nos acercamos hasta los ghats, las escaleras que bajan hasta el lago y en las que, en este caso, los hindus realizan sus rituales religiosos. Las encontramos llenas de gente recién salida del agua, otros bañándose, grupos de mujeres sentadas cantando… 

La ciudad nos gusta mucho, es verdad que tiene como un aura de tranquilidad que hasta ahora no habíamos visto en ningún otro sitio desde que aterrizamos en la India. Paseamos por sus callejuelas y nos comemos una pizza en “La Pizzaría” que nos sabe de alucine.

Llegamos a Jaipur. Esta ciudad, junto con Delhi y Agra, conforman el llamado “triángulo de oro” de la India y son los puntos más visitados del país. Además, Jaipur es conocida como la “Ciudad Rosa”, por el color en el que están pintados todos sus edificios del centro de la ciudad.

El motivo de pintarlos de este color se remonta al año 1876 cuando el entonces Príncipe de Gales, más tarde el Rey Eduardo VII, planeaba visitar la ciudad. En su honor, el maharajá de Jaipur, Sawai Ram Singh II, decidió pintar la ciudad de rosa, que simboliza la hospitalidad en la cultura india, un color tradicionalmente asociado con la bienvenida.

Jaipur, considerada la capital de Rajastán, es una ciudad vibrante, llena de gente, comercios e íncreibles monumentos. Todo el centro de la ciudad está rodeado por una muralla del siglo XVIII y que cuenta con 7 puertas de entrada.

Uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, o por lo menos de los más fotografiados, es Hawa Mahal, un palacio con una fachada en forma de muro con numerosas ventanas que dan a la calle, en pleno centro de la ciudad, desde donde las mujeres de la realiza veían la vida diaria y las celebraciones de la ciudad sin ellas ser vistas.

Pero lo que nos deja flipando de esta ciudad, especialmente a Scheherezade, es el Fuerte Amber, ubicado en una colina a las afueras de la ciudad. El fuerte, construido en mármol y arenisca roja, ofrece vistas panorámicas y cuenta con impresionantes salones y patios.

Pero lo más impresionante de él es el enorme camino que, zigzagueando por la montaña, te sube hasta él y que está lleno de elefantes subiendo y bajando. Sí, sí, elefantes. Aunque este uso de estos increíbles animales no es algo que nos guste para nada, es innegable que verlos subir la colina hasta la puerta de entrada del fuerte nos traslada directamente a aquella época en la que este enorme fuerte fue erigido por grandes reyes y en la que los elefantes participaban en sangrientas batallas.

Por último, nos acercamos también a visitar el Palacio de la Ciudad, residencia del actual maharajá y que, como todos estos increíbles palacios, cuenta con numerosas estancias y templos en su interior. Además, en éste, los trabajadores de él van con este simpático atuendo que bien se merece una foto jeje.

En Jaipur queremos hacer especial mención al hotel en el que nos hemos alejado. Y es que, no es que seamos unos sibaritas, si no que este sitio estaba lleno de mierda literalmente. Nos habían avisado de que muchos hoteles en la India dejan mucho que desear, pero es verdad que nosotros hasta ahora no lo habíamos sufrido. Pero ha llegado el momento, y ha llegado por todo lo alto. Lo primero es la callejuela en la que se encuentra. Es verdad que eso no es responsabilidad suya, pero la peste que desprende por ser el meadero oficial de la ciudad, y no sólo de los hombres, sino también de cabras, perros y vacas, es la antesala de lo que nos viene después. La habitación está llena de humedades en la pared, de la humedad que hace dentro hasta cuesta respirar y, para colmo, cuando subimos a desayunar (está incluido en la habitación), nos dan unas deliciosas tostadas llenitas de moho. Ponemos el grito en el cielo pero al indio no le sube ni una pulsación a su cuidado corazón. Nos vamos de aquí con unas ganas horribles de que por lo menos en la próxima habitación no nos levantemos con el pijama mojado después de dormir, malo será.

(Esta foto es una que sacamos de strangis en el palacio, no es nuestra habitación, no os vayáis a pensar).

Además hoy es nuestro último día ya con Pancash y también en Rajastán. El ambiente que se respira es tenso de narices, sobre todo por él, porque después de varios tira y afloja hemos ya hablado con él para decirle que no estamos contentos, a lo que él ha entendido que no le vamos a dar propina cuando acabe el viaje, por lo que la cara que arrastra es hasta el suelo, pero bueno.

Antes de llegar a uno de los destinos que más ganas le tenemos a este viaje, Agra y su Taj Mahal, hacemos una última parada en Abhaneri. En esta pequeñita localidad de la India se encuentra uno de los aljibes más impresionantes que hemos visto.

Construido en el siglo VIII, su función era almacenar agua durante la época de monzón para tener suficiente en el periodo seco para toda la comunidad. Para ello, construyeron este enorme “pozo” de 30 metros de profundidad y con más de 3500 escalones, perfectamente simétricos entre sí. La verdad que es íncreible esta construcción.

Y en que mejor sitio que éste para acabar nuestro viaje por el Rajastán. Es una tierra que nos ha dejado con la boca abierta después de cada fuerte que cruzábamos, cada templo al que entrábamos o cada ciudad que visitamos. Es increíble como hoy en día aún se ve la riqueza que un día llegó hasta esta tierra, en plena Ruta de las Especias y que fue hogar de grandes reyes.

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