Llegamos a Agra a media mañana y Pancash nos deja directamente en el hostel que hemos cogido para estos días, el cual nos ha costado sudor y lágrimas encontrar porque estaba todo ya agotadísimo. Pero aún así hemos tenido suerte ya que éste se encuentra a escasos 3 minutos andando de la puerta de entrada al Taj Mahal y tiene una terraza con unas vistas…

Comemos en el restaurante del hotel unos macarrones con queso con estas vistas que nos saben riquísimos y de aquí nos vamos directamente a buscar un sitio desde el que podamos ver el atardecer con el Taj Mahal de fondo.

Rodeamos por completo el muro que lo custodia y llegamos hasta la orilla del rio que se encuentra a sus espaldas. Y vemos que, obviamente, no hemos sido los primeros en tener esta idea, si no que está lleno de gente local que viene a sentarse aquí a ver caer la tarde con el palacio de fondo. Hay grupos de amigos, parejas en modo romántico y madres hablando entre ellas mientras sus hijos juegan en la orilla esperando a que se ponga el sol.

Cuando empieza a oscurecer y antes de que nos acribillen los mosquitos, volvemos a meternos en las calles de Agra buscando un restaurante donde cenar algo. Encontramos un sitio pequeñito, que lo llevan un padre y su hijo adolescente, que ponen todo tipo de comida y que son súper amables. Después de comernos un pollo al curry con arroz y naan (torta de pan típica de India), regresamos al hotel porque al día siguiente toca madrugón para una de las grandes visitas de La India.

A las 5 y media de la mañana suena el despertador y, aunque es prontísimo y ya nos hemos desacostumbrado a estos madrugones, nos levantamos como dos resortes de las ganas que tenemos. Mal comemos unas galletas porque a esta hora no hay nada abierto y nos vamos directamente a la puerta del este, la primera que abre de las 3 entradas que tiene el Taj Mahal.

Aunque ya habíamos leído que había que madrugar, en la medida de lo posible, para poder ver el Taj Mahal con no tanta gente, nos quedamos alucinados cuando llegamos a las 6 de la mañana a la entrada y ya hay unas mil personas haciendo cola para entrar. Se nos cae el alma a los pies. Además, el control de entrada es bastante exhaustivo y no lo tienen muy optimizado que digamos, por lo que el atasco para entrar es horrible (no se puede entrar con botellas de agua ni nada de bebida o comida, aparatos electrónicos que no sean un móvil o una cámara de fotos, no palos selfies, drones, estabilizadores, ebook, baterías, mochilas demasiado grandes…).

Media hora después, a las 6 y media, conseguimos avanzar en la cola, superar el control de seguridad después de un pequeño susto por un muñequito de plástico que llevaba Scheherezade en su mochila y accedemos al recinto. Un enorme patio nos recibe, con largos pasillos de columnas en sus cuatro lados y con una enorme puerta que nos indica hacia donde tenemos que ir.

Y cuando comenzamos a cruzarla, comienza a aparecer ante nosotros esta maravilla del mundo. Nos quedamos sin palabras. De verdad que todo lo que podamos decir se queda corto para lo que ves en ese momento. Es aún más increíble en persona que lo que puedes imaginarte.

Aprovechamos que aún no hay mucha gente para sacarnos la primera foto que inmortalice este momento tan especial y comenzamos a recorrer los jardines y fuentes que nos acercan hasta él. 

Comienza a amanecer y la neblina que lo rodea va desapareciendo, mientras los colores de sus paredes blancas se tornar rojizas. Nos sentamos en una esquinita, aprovechando que aún no hay mucha gente, para simplemente disfrutar del momento.

Leemos la historia de su construcción, cuando la princesa Mumtaz Mahal, tras dar a luz a su decimocuarto hijo, falleció por una fuerte hemorragia. En ese momento, el emperador Khurram ordenó construir el mayor mausoleo hasta el momento para dar descanso a los restos de su esposa favorita.

El Taj Mahal, que comenzó a erigirse en el 1631, se terminó en la década 1650. En su construcción participaron más de 20,000 trabajadores labrando, transportando y colocando los más finos materiales traídos de todo el mundo, como Sri Lanka, Afganistán, Egipto o China.

Además, cuenta la leyenda que, tras terminar su construcción, el emperador mandó cortar las manos de todos los maestros artesanos que habían trabajado en él para así evitar que pudieran volver a construir un monumento de tal belleza.

En el interior del mausoleo descansan hoy en día los restos tanto del emperador y su esposa. Para acceder es necesario comprar una entrada aparte y además no están permitidas las fotografías, pero podemos decir que es casi igual de impresionante por dentro como por fuera, recubierto entero de motivos florales, piedras preciosas incrustadas y la luz colándose a través de las ventanas labradas en mármol.

Salimos de nuevo a los jardines que rodean el mausoleo y nos sentamos en un banco, para apurar los últimos momentos que nos quedan visitándolo. La entrada al Taj Mahal se divide en mañana o tarde y, supuestamente, la estancia máxima visitándolo es de 4 horas, aunque es verdad que no son muy estrictos con ello.

Además, ya son las 10 de la mañana y se empieza a notar que el monumento se llena, especialmente de indios ya que, como para ellos la entrada es mucho más económica que para los extranjeros, no se pegan el madrugón de venir a las 6 de la mañana y se dejan ver a partir de las 10.

Salimos del Taj Mahal y nos vamos al hotel, a comernos unos macarrones en la terraza y de ahí directos a echarnos una siesta de campeones. Por la noche salimos a tomarnos algo en otra terraza con vistas también al Taj Mahal y repetimos cena en el sitio que nos gustó tanto el día anterior. Es verdad que en La India no hemos tenido sensación de inseguridad por las calles, ni si quiera de noche, pero habrá sido mala suerte o lo que sea, que el ambiente que hemos visto en las calles de Agra no nos ha gustado mucho… asique nos volvemos al hotel prontito.

A la mañana siguiente, después de un tranquilo y rico desayuno, cogemos un tuktuk para acercarnos a ver otros lugares de la ciudad. Nuestra primera parada nos lleva hasta el Itimad-ud-Daula, también conocido como el “pequeño Taj”. En este mausoleo se encuentra enterrado el que fuera el abuelo de Mumtaz Mahal, la esposa del emperador y se dice que es un boceto para diseñar lo que luego fue el Taj Mahal.

La tumba, rodeada también de jardines, está construida igualmente en mármol blanco, procedente de Rajastán, con incrustaciones de piedras preciosas y grabados de los versos del Corán. Pero la mayor sorpresa cuando llegamos aquí no es lo bonito que es este mausoleo, que también, si no que nos dicen que la entrada es completamente gratuita. Cuando preguntamos el motivo, ya que habíamos leído que era necesario comprar ticket para entrar, nos dicen que como es el World Heritage Day o día del Patrimonio Mundial de la Humanidad, todos los monumentos de la ciudad que sean Patrimonio tienen entrada gratis… Si, si, ¡¡gratis!! Nuestra cabeza se revoluciona rápidamente, pensamos en el Fuerte de Agra, otro monumento que no sabíamos si íbamos a visitar o no por el precio de su entrada, y de ahí llegamos a… espera, que si hay algo que sea Patrimonio Mundial, ¡¡¡¡ese es el Taj Mahal!!!! ¿¿De verdad es gratis entrar hoy?? ¡¡¡¡Correeeeeee!!!!!!

Ya acelerados, terminamos de ver el Baby Taj y de ahí nos acercamos al Fuerte de Agra. La verdad que es impresionante, como todos los fuertes que hemos visto en India. Sus altos muros rojizos, sus estancias de lujo, sus fuentes y jardines… nos dejan alucinados. 

Además, como curiosidad, este fuerte fue ordenado construir por el emperador Shah Jahan, el mismo que ordenó el Taj Mahal para su esposa. Sin embargo, designios de la vida, acabó siendo aquí encarcelado y paso sus últimos días de vida dentro de estas paredes, contemplando de lejos el mausoleo en el que se encontraba su querida mujer.

Después de visitar el Fuerte de Agra, tomamos de nuevo un tuktuk para ir hasta el hostel. Comemos algo rápidamente y nos vamos a pasar la tarde, de despedida, al Taj Mahal. Es verdad que hoy, al ser gratuito, es mucha la cantidad de gente que, como nosotros, está aprovechando para disfrutar de esos monumentos, pero, aun así, merece la pena buscarse un rinconcito dentro del recinto y sentarse a simplemente disfrutar de las vistas.

Esperamos a que anochezca, mientras los colores del Taj Mahal van cambiando de blanco reluciente a completamente naranja y, cuando los guardias de seguridad comienzan a hacer la batida para echar a todos los rezagados que quedan como nosotros, nos despedimos de esta maravilla, casi solos, con la noche ya encima y en completa calma. Increíble.

Salimos encantados, felices por el regalo de día que hemos tenido y por haber podido aprovechar un poquito más de estos lugares mágicos. 

Nos vamos al hotel, nos cargamos las mochilas, y nos vamos para la estación de tren de Agra. Cuando llegamos, no podemos no impresionarnos con la cantidad de gente que hay, tanto fuera pidiendo dinero o aprovechando alguna oportunidad de negocio con algún turista perdido, como dentro, con familias enteras sentadas o tumbadas en el suelo, esperando su tren al que a lo mejor le quedan aún 6 horas para llegar.

A todo ello se le suma los perros, ratas y hasta monos que nos encontramos correteando por las columnas de la estación. Sin duda, la India siempre es una experiencia. Con algo más de 2 horas de retraso, llega nuestro tren cama en el que viajamos hasta la ciudad de Khajuraho, a donde tenemos previsto llegar mañana a las 8 de la mañana. Las camas son bastante más pequeñas que a las que estábamos acostumbrados de Tailandia, por no hablar de que es más blando un bloque de cemento que ellas, pero bueno. Después de un día de mucho trote estamos bastante cansadillos, asique esperamos dormir bien y que se pase cuanto antes.

Agra es, sin duda, una parada obligatoria en la visita a la India. Aunque la ciudad no es la más bonita en la que hemos estado, sólo por contemplar el Taj Mahal merece la pena hacer los kilómetros que haga falta para llegar hasta aquí. Y es que, este monumento, es algo que no decepciona, que por mucho que hayas visto antes miles de fotos de él, cuando lo ves en persona te sigue dejando con la boca abierta. Por algo es una maravilla del mundo.

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